viernes, 3 de diciembre de 2010

Una reflexión sobre el Hawaii real y el imaginario en una secuencia de Embriagado de amor



“ Sabe, pálido lector, que cada vez que uno se abstiene verdaderamente de morir, resulta de eso un verdadero nacimiento, tanto más precario y doloroso en cuanto se emerge de las tinieblas sin otra madre que uno mismo, sin otra contracción que una voluntad que no siempre se alcanza a comprender muy bien. Durante largo tiempo la mente se acordará de los días en que no lograba mantener contacto ni con el cuerpo ni con el exterior, y la vida entera, sin esa mirada, parece mucho más frágil que el cuerpo que la contiene. Uno se sorprende a sí mismo avanzando al tanteo en un mundo sin embargo lleno de luz, a volver poco a poco de nuevo a las gentes, como si pudieran quebrarse al menor contacto, mientras que en sí mismo se siente que los fragmentos rotos no han vuelto a recuperar enteramente su lugar.”

(Los autonautas de la cosmopista, Julio Cortazar y Carol Dunlop)


Leí este libro hace varios años, fue el primer regalo que me hizo una persona con la que, no casualmente, había recorrido un viaje inverso al del libro. Cortazar y Dunlop lo habían hecho de Paris a Marsella, nosotros lo habíamos hecho en sentido inverso y sin tocar nunca la ruta que une las ciudades. Esta parte del libro siempre se mantuvo en mi memoria y volvió al ver este recorte de Punch Drunk Love. El amor en sus formas más misteriosas, extrañas y vitales es parte del corazón de esta gran película. Un bellísimo traje azul eléctrico, un hombre que ve el error y el azar en el mundo y una forma de sacarle provecho, la familia como un corset de la mente y las ansias de liberación con el amor como motor a cuerda, piezas del rompecabezas que arma el director y en el que logra hacer de Sandler el mejor actor del mundo. En esta secuencia, Egan se despide de su trabajo, deja atrás su familia y abandona su ciudad. En este camino de despedida parece alejarse de la muerte en que lo encerraba su trabajo, su familia, su ciudad, su rutina. “Preferiría no hacerlo” es la frase de Baterbly el escribiente y Egan parece decir lo mismo para huir. Miren y escuchen como se va del trabajo, como le cuenta lo que hay que hacer y lo que espera de cara a su empleado. “Uno se sorprende a sí mismo avanzando al tanteo en un mundo sin embargo lleno de luz”, escribe Cortazar y podemos ver en estas palabras las imágenes del personaje de Adam Sandler saliendo por la manga del aeropuerto hacia un final lleno de luz, luego caminando a contraluz en el pasillo externo del hotel hawaiiano y dándole un beso a su amada bajo el portal, recortado en el fondo luminoso de la costa del mar. “Las gentes parecen poder quebrarse al menor contacto” dice el libro y esa es la sensación que tiene todo en el mundo de Egan, y parece que él estuviera siempre a punto de romper todo, de romperlos a todos, de entrar como un elefante al bazar que es su cabeza. Luego del encuentro, el beso y el abrazo, los enamorados caminan hasta la orilla del mar, la playa y la música tropical. “Really looks like Hawaii here”, dice Egan sentado en una postal perfecta de lo que cualquier persona entiende que es Hawaii. Esta frase fue la que me llevó a escribir, luego vino el recuerdo de Cortazar y Dunlop, el del libro y su origen, el de la abstinencia de la muerte y su relación con los pasillos y la luz en Embriagado de amor. Egan está en Hawaii y se da cuenta que parece Hawaii. Parece una estupidez este equívoco, pero no solo resume el espíritu y el carácter del personaje sino que habla del amor. Durante toda la secuencia “He needs me” es el canto de sirenas que parece filtrar la amada desde el destino al que viaja el enamorado. Cuando Egan viaja hacia el amor, Hawaii es Hawaii, el lugar que él tiene en su cabeza y el imán que lo ayuda a abandonar el mundo en el que estaba encerrado. Cuando llega, Hawaii se parece mucho a Hawaii. Hawaii, como el amor, es una postal, es decir, un lugar que no existe. Es un paisaje interno al que uno llega, siempre dejando atrás lo que te puede matar, cruzando pasillos, atravesando océanos, viajando en avión como si fuera la primera vez, tomándose un taxi que te lleve “donde hay hoteles, playas y un teléfono para hacer una llamada”, amenazando de muerte a los que amenazan matarte y besando bajo un portal a la amada como si fuera la primera vez. Como cuentan Cortazar y Dunlop en su libro, es más importante el camino que el lugar de llegada. Es decir, que el camino que uno recorra se parezca todo lo posible a un viaje a Hawaii.

3 comentarios:

  1. Que por las dudas, mejor no viajar por Oceanic, decís?

    Es como cuando las flores son tan lindas que parecen de mentira.

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  2. muy buena conexion entre dos bellisimas obras, cortazar y paul thomas. muy precisa y reveladora la relexion de una pelicula que sin este tipo de ideas a mi me parece que puede engañar y parecer poca pelicula. Obviamente es poca pelicula para la gilada. Me parece tambien que el elefante quiere mas bien salir del bazar, y a buena hora.
    enriquecedor texto auzmendi.

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  3. Gracias por la magia y este hermoso nuevo Blog

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