El cine ha sido una nave de luces en la que he cargado sueños, fantasías e ilusiones. Siendo que esa nave se está hundiendo, lo que escriba pretende ser un salvavidas. Un rescate flotante que le tiro a mi nave. O tal vez la orquesta que no para de tocar. O las reflexiones crónicas sobre lo que quizás ya sean ruinas.
martes, 28 de diciembre de 2010
6 reflexiones sobre el trabajo de contar historias, los que las cuentan, los que renuncian a hacerlo y los que nunca supieron cómo se hace
("Charles Dickens as he appears when reading." Wood engraving from a sketch by Charles A. Barry (1830-1892). Illustration in Harper's Weekly, v. 11, no. 571, 7 December 1867, p. 777)
Leí en una nota que Matt Damon dijo en una entrevista que el director Steven Soderbergh estaba pensando en retirarse de la dirección de cine, que iba a dedicarse a la pintura. Tiene 47 años. Contó que él le dijo algo así como “miralo a Clint Eastwood, tiene 80 años y sigue dirigiendo”. La respuesta del director de Che y Traffic fue “sí, pero él cuenta historias”. Recordé esto, leído en el Pagina/12 del domingo al salir de ver Más allá de la vida (Hereafter), la última película de Eastwood.
En los últimos años, y con el punto más alto de repercusión en el ridículo Oscar a mejor película a Crash, aparecieron muchas películas que “cruzaban historias”. Algo de Pulp Fiction, algo de Robert Altman homenajeando a Carver, algo de Amores Perros. Esta lista sirve para ver que no es tan importante el recurso como lo que se cuenta y cómo, Crash es un bodrio lacrimógeno, Pulp Fiction una gran película. Luego de ver la película de Eastwood pensé en que hay una diferencia entre historias que se cruzan e historias que se encuentran. Unas películas respetan a los personajes, no los manipulan, los contienen, no los digitan, los construyen, no los menosprecian. No hay accidente, hay búsqueda. Cuando se cuentan historias, estas se pueden encontrar.
“Todos hablan de Shakespeare y pocos se acuerdan de Dickens”, dice esto (o algo parecido) el personaje de Damon, señalando un retrato del escritor inglés que tiene en la pared de su departamento. Dickens publicó muchas de sus novelas en entregas por fascículos que causaban fascinación y una expectativa masiva hasta en las colonias británicas. Luego vinieron las ediciones en libros, que terminaron ocultando hasta ciertos desfasajes y decisiones arbitrarias y fuera de lógica del autor. Hoy ya no se lee a Dickens como se lo leía en ese momento, los libros transformaron la experiencia inicial de una manera similar a como hoy poder ver una temporada entera de una serie en un día cambió la forma en que se la veía o ve por TV. Algo similar pasó con Shakespeare, de quien las primeras ediciones de sus obras fueron hechas juntando los guiones que tomaban de manos de los actores de sus obras. Pese a que los dos comparten estas particularidades en la forma en que se publicaron y leyeron sus obras, la reivindicación de Dickens es un guiño a un contador de historias. Incluso a uno que más que historias contaba cuentos.
George Lonegan (Matt Damon) toma clases de cocina en san Francisco, su ciudad. El cocinero y maestro de cocina italiana enfrenta a sus alumnos, todos con su mise en place armada esperan instrucciones. Lo primero que hace es pedirles que beban una copa de vino italiano, luego pone música del mismo país y los hace probar ingredientes con los ojos cerrados. Parece simple, parece tonto, pero frente a los discursos aburridos de tantos comunicadores de la cocina, a los lenguajes técnicos que acogotan el placer de la comida, un maestro que habla de sentidos, de placer, que propone un viaje de sensaciones para llegar a cocinar la cocina de un lugar, eso es ser un contador de historias más que un simple profesor de cocina. Que en ese terreno asome el placer no es azar.
Marie Lelay puede contar la historia oculta de Francois Miterrand o lo que vivió cuando el tsunami le pasó por encima. Sumergida en la masa marina vió su muerte. Contar la historia de otro, contar la propia. Contar tu experiencia te va a poner mucha gente en contra, va a ser muy duro, le dice y la advierte la mujer del instituto que trabaja con enfermos terminales y vivió una experiencia similar. No importa tanto si están hablando de “una experiencia con la muerte” sino que de lo que hablan es de contar la propia historia. De ser tu historia. De vivir tu historia. De ser el protagonista y no un narrador de las sombras de las vidas de los demás.
Es raro que Clint se haya metido con el tema de las experiencias de gente que vivió su muerte, con experiencias psíquicas, con diálogo con muertos, pero uno puede suspender la credulidad y buscar en todo esto algo más. El contraste entre los momentos íntimos, profundos y dramáticos de los diálogos de George Lonegan con los muertos frente a los charlatanes que visita Marcus. Historias hay muchas, narradores también, la mayoría son charlatanes, narradores desesperados buscando leer voces que no escuchan. También hay algunos que pueden contactarse con la vida y la muerte, con las voces en que se teje el drama de los hombres. Los que todavía se emocionan con alguien que les lee un cuento.
jueves, 23 de diciembre de 2010
4 reflexiones y una canción sobre el poder, el corazón de los hombres y la red social en Facebook
Su ex novia ya está en Facebook, él puede ver su perfil, refresca la página y su foto, sus datos, su estado civil, sus contactos, sus últimas actividades, todo parpadea. El arreglo ya está hecho y armó el mapa del pasado y del futuro de Facebook: su amigo recobró sus créditos autorales, los hermanos remeros se llevan su plata, él es el creador y el mayor billonario joven del mundo. ¿Su Rosebud es una mujer? ¿Su Rosebud es el amor? No, es la manera por él diseñada de verle la cara a la única que le dijo lo que siempre sería: un idiota.
En la película Un oso rojo hay una línea que siempre recuerdo, aquella en la que el protagonista interpretado por Julio Chavez dice “toda la plata es robada”. Red social hace dos agregados a esta frase: la primera, todas las ideas son robadas. Mark toma de sus vínculos las ideas que lo llevan a armar su proyecto, el gesto que lo distingue es cómo estas ideas lo inspiran a crear una red de vínculos, este territorio del que es expulsado y que él usurpa. La segunda, como la estructura universitaria con sus castas, clases sociales, agrupaciones y tecnologías propias no solo impulsa y cobija el nacimiento de Facebook sino que le marca la forma que tendrá. Que los hermanos Wingklevoss se lleven una parte del dinero no es tan relevante como sí que simbólicamente la plata siempre termine circulando en los mismos ámbitos. O que pase a otras manos siempre y cuando no amenaza las reglas del juego que ayudaron a hacerla nacer.
Cuando los hermanos remeros le preguntan qué inventó Mark cuenta algo que creó en la secundaria, por lo que recibió ofertas de Microsoft y terminó subiendo gratis a la web. Unos minutos más adelante Mark toma medio millón de dólares y sube triunfal, algo temeroso y apenas avergonzado al escenario en que abandonará a su amigo, donde pondrá el dinero en manos de los que siempre manejan el dinero y transformará su creación en un monstruo de 500 millones de cabezas. Cambios sutiles, cambios radicales.
“Facebook no puede caer nunca” grita a su amigo y futuro ex Mark, mientras lo convoca a lo que será una emboscada. Que lo diga en los años previas a las caída brutal del sistema financiero norteamericano es simbólico: que todo caiga, que nada caiga, que se desmoronen los edificios, las hipotecas, las financieras y las aseguradoras pero que las imágenes que construyen las personas sobre sí mismas y espejan el mundo estén siempre ahí. La gente cae, los perfiles de las personas son mucho más difíciles de borrar. Eso también es Facebook, la creación de un relato ilusorio, una red de actividades, estados e ideas que funciona a condición de ser siempre.
La película cierra con Lennon cantando “How does it feel to be / One of the beautiful people? / Now that you know who you are / What do you want to be? / And have you travelled very far? / Far as the eye can see. / How does it feel to be / One of the beautiful people? / How often have you been there? / Often enough to know. / What did you see, when you were there? / Nothing that doesn't show. / Baby you're a rich man, / Baby you're a rich man, / Baby you're a rich man too. / You keep all your money in a big brown bag inside a zoo. / What a thing to do. / Baby you're a rich man…”
lunes, 20 de diciembre de 2010
10 reflexiones sobre los 25 años de Volver al futuro y el fin de algunas cosas
Durante casi dos años escribí cada día en Facebook una efeméride. El ejercicio consistió en buscar acontecimientos, hechos, aniversarios históricos y decir algo sobre ellos. Por ejemplo, yo encontraba: “Hace treinta años The Clash lanzó su disco London Calling” y yo hacía la cuenta, busca dónde estaba, quién era, cuándo lo escuché, con quién, la circulación que tuvieron esas canciones durante todo ese tiempo, en que se han transformado, quien soy hoy. Y escribía sobre todo eso, o sobre algo de eso. El pasado en el presente, el presente en el pasado. Lo mismo de lo que trata Volver al futuro.
En los últimos años volvieron todos los íconos de los 80, los colores, la textura de la ropa, la música, las películas, las bandas, las canciones, los actores. 25 años después del estreno de Volver al Futuro reestrenan la trilogía en los cines de Argentina y para presentarla rehicieron el tráiler. En él, Michael Fox vuelve a las Nike blancas y rojas, a patear las gomas del Delorean para ver si están bien de presión, a prender todas las luces del auto y al final mira a cámara y apenas logra disimular el temblor de su cuerpo. La imagen es un poco triste. Las cosas pueden volver, pero aunque se busca evitarlo el tiempo y el drama siempre muestra las marcas.
Revisando las efemérides encontré, qué, como de ningún otro tema hay dos que tratan sobre Volver al Futuro. Esta es la primera: “La madre se enamora del hijo y él tiene que evitarla, y no solo eso, sino también lograr que ella encuentre encantador al que será su padre, un hombre sin mucha gracia, coraje ni encanto. Casi todo Psicoanálisis I, materia clave del primer año de Psicología se puede entender mucho mejor viendo Volver al futuro, la película que se estrenó un 3 de Julio, hace 25 años. "I guess you guys aren't ready for that, yet. But your kids are gonna love it" dice McFly luego de su solo de guitarra en la fiesta final. ¿Uno siempre es un intruso en su pasado? ¿A qué época uno iría aún con el riesgo de enfrentarse a las caras de la propia historia?”
Esta es la segunda: “El 5 de Noviembre que solo existe en Back to the future Emmet "Doc" Brown se cayó en la bañadera y tras el golpe se le ocurrió la idea para el Flux Capacitator. El dispositivo consistía en tres luces que formaban una Y y que el científico describía sencillamente como ""what makes time travel possible". Hace unos días sacaron al DeLorean con el Flush capacitator incluido a remate, esperando ganar al menos U$S 100.000. No solo sacan a la venta un auto que es parte del imaginario de la fantasía de una generación sino que les piden a los que sostienen su credulidad que le pongan el precio, en una maniobra perversa por derribar para siempre sus últimas fantasías. Yo le creo a Doc, yo no le pongo precio a mis fantasías.”
Hace unos años fui al festival Sonar en Buenos Aires, un DJ hizo un show en el que mezclaba música con imágenes de una manera que nunca había visto. Lo que hacía era mezclar en vivo la música de la parte de Volver al futuro en que Mc Fly toca la guitarra en la fiesta de la prepa. Deformarla, enlentecerla, repetirla, plegarla, todo al mismo tiempo que la imagen pasaba, se detenía, volvía atrás, patinaba. El set tenía su punto más alto en el momento que Mc Fly terminaba el solo de guitarra y se hacía el famoso silencio de la escena de la película. En ese momento quedaba Marty mirando a sus espectadores del 55 y al mismo tiempo mirándonos a nosotros en los primeros años del siglo XXI. Unos y otros callados, sorprendidos, fascinados. Ambos climas los cortaba como un cuchillo la misma frase: “creo que no están todavía preparados para esto”. La potencia de la escena estaba intacta, aunque todo hubiera cambiado.
Volviendo a leer muchas de las efemérides, una atrás de la otra, descubrí una de las razones por las que lo hice. Y quizás parece la más obvia y tonta: para escribir algo todos los días. Desde que soy bastante chico escribir fue algo importante, recuerdo exactamente la primera vez que me felicitaron por un texto que leí sobre la tarima que había en mi clase. Debería estar en 6 grado y la muy literaria descripción, influenciada por muchas lecturas a libros de la colección Billiken, decía “erguido hasta el metro sesenta” para decir de otra manera que el protagonista de mi relato medía 1, 60. Para mí eso era la literatura, decir las cosas de otra manera. Como si un escritor debiera dar vuelta el lenguaje, o peinarlo de otra manera, o sorprender siempre. Aunque ya no crea en esto, las efemérides de alguna manera buscaban hacer esto, hacer un rulo en la historia, sacar de contexto, ponerlo en otro, contar un pedacito de la historia como una ficción, colarle imágenes, ideas, una reflexión. Escribir todos los días ficción, con las palabras de los hechos que encontraba en la crónica del mundo.
McFly viaja al pasado, lo perturba y debe buscar la trompada que reinicie la historia en el punto en que él la había distorsionado. La película trata sobre esta ilusión, la de que uno puede cambiar la historia, con solo viajar a ella o con armar una estrategia que incluya un reloj y un rayo, una guitarra, una táctica adecuada y una trompada a tiempo. Uno puede ganarse el derecho a no desaparecer de la historia en el futuro. La ilusión es que en el futuro todos somos posibles, cuando en realidad en el futuro todos seremos algo parecido a una ilusión del pasado.
Escribir las efemérides, y los poemas que fui posteando en mi blog me hizo escribir mucho, más que ningún otro año de mi vida he dejado una estela frondosa de palabras. Me reconcilié con la tarea y empecé a ver en el futuro más y más textos, más y más poemas, más y más palabras. En el pasado que rastreaba cada día para las efemérides encontré imágenes, ideas, sensaciones para los textos y esos textos me iluminaron algo del futuro. El pasado no se cambia, pero te puede dar indicios sobre como ensamblar el faro que indique cuál es la próxima costa donde desembarcar.
El vuelo, los viajes, el pasado, la memoria, las ilusiones, uno de los poemas que escribí este año dice algo sobre esto: La memoria, ante el vuelo, posada en la pista de donde todo sale / donde todo llega. Desnuda, lista para llenarse de plumas, desnuda, / lista para llenarse de frio. Cuando el tiempo la vista voy a estar lejos / hundido en la resaca del olvido y seré yo el esqueleto de metal, / y sentiré yo el frío, y seré yo al que oxide el aire del mar. / La memoria, ante el vuelo, y en el vuelo el yo, / que cree que vuela porque quiere, que cree que el que vuela soy yo.
Luego de dos años de volver cada día al pasado para escribir una efeméride, de armar un artefacto que hice funcionar a diario, las partes de esa máquina están sueltas sobre mi mesa de trabajo. La tarea sigue siendo la misma, buscar, con palabras, las cosas a decir sobre este viaje. Los nacimientos, las muertes, los estrenos, las películas o los paisajes son siempre razones, son siempre excusas. Nada hay que deba ser dicho, nada hay que no se pueda dejar de decir. Desde ese territorio, cada palabra puede ser una semilla, cada oración una imagen, cada poema un paisaje y cada texto otra manera de decir yo.
sábado, 11 de diciembre de 2010
Reflexiones sobre el cine en mi vida luego de ver Patton
Este año se me rompió el aparato reproductor de DVD. En el mismo tiempo en que deliberaba sobre si comprarme otro, sumar un plasma o entrar en el universo LCD un amigo me habló de cuevana.com, el sitio para ver películas y series online. Nunca repuse el DVD y transformé mi televisión de 25 pulgadas en algo parecido a una mesita de luz. Este año también compré una lap y el amigo que me asesora en estos temas me instaló un router en mi casa, que me dejó llevar la computadora a mi cama sin dejar de estar conectado a la web. Uno y otro hecho dieron nacimiento a la forma en que he visto series y películas casi todo este año. Y la transformación no solo es fuerte sino que me ha hecho pensar sobre como he visto películas a largo de mi vida.
Las primeras películas que vi fueron proyectas en súper 8. Recuerdo el olor y la textura de las cintas fílmicas que se alquilaban, recuerdo que nos las proyectaban en los cumpleaños, para entretenernos. Bambi y también Superman fueron algunas de mis primeras películas en súper 8, a veces proyectadas en una pared, otras en una pantalla, la misma en que veíamos diapositivas con fotos familiares. Hace unos días una amiga me regaló una cámara para filmar en súper 8. Es mecánica, funciona a cuerda. No sé dónde podré conseguir una película para filmar algo. El cuadro que se ve por el visor es diminuto. El proyector de super 8, recuerdo, hacía un ruido rítmico y constante, un tac tac que terminaba cuando el rollo se agotaba y la cinta quedaba suelta, pegando latigazos sobre el soporte del riel. Ese fue para mí el primer ruido del cine.
El cine era en mi infancia un lugar que estaba lejos. Viví en San Fernando y el más cercano estaba en Martínez, luego abrió uno en San Isidro, más cerca, pero yo ya estaba viviendo en Tigre. El momento del año en que el cine estaba cerca era el verano, en Pinamar, donde había dos cines que cambiaban su programación cada semana. Era uno de los planes privilegiados de mis padres. Recuerdo pasar a buscar el programa el día de los estrenos, recuerdo cierto vértigo por las películas nuevas, por saber si entre ellas había una que realmente iba a querer ver. Un mes en Pinamar eran en parte para mí cuatro veces que cambiaba la programación. Una vez mis tíos me llevaron a ver Crímenes y pecados, de Woody Allen, y me dormí. Otra vez mi viejo me llevó a ver Rambo.
Alrededor de mis diez, doce años, apareció la videocasetera. Creo que la primera que conocí estuvo en casa de mis tíos, en San Fernando, a unas quince cuadras de mi casa. Con su llegada algo raro comenzó a pasar. Las películas las veíamos en el mismo lugar, situación y con un clima similar al de las proyecciones en súper 8. Pero el proyector y los rollos de la súper 8, algunos guardados en placares, pasaron a ser viejos. Muy viejos. A esa edad uno necesita separar lo nuevo de lo viejo para descartar como lastre, esos objetos, imágenes y películas que uno siente que son parte del pasado. Es la época en que uno tira esos juguetes que 15, 20 años después querría poder tener, al menos para recordar cómo eran. La videocasetera me ayudo a compartir películas con amigos, en reuniones y cumpleaños. Películas como Cuenta Conmigo o Los Goonies son de esa época.
De la aparición del DVD no recuerdo nada, o quizás solo la promesa de una mejor calidad y que uno tenía menos posibilidades de modificar algo de la imagen. Mientras la cinta de los casetes podían estar mejor o peor, había tracking y esas cosas para mejorar un poco la imagen y que la cinta envejecía, en el dvd solo se trataba de si funcionaba o no. Los DVD no te dejaban adelantar la parte en que te hablaban en contra de la piratería, los videocasetes sí. Cuando el DVD entraba en su fase de expansión me mudé solo y decidí no tener televisor. Sin esta pantalla tampoco tuve reproductor de DVD. Esta etapa duró dos años. Ese tiempo decidí ver películas solo en el cine y fui más que nunca en mi vida. Entre 30 y 40 cada año. Descubrí qué, de todas las que iba a ver cada año se rescataban no más de 10 películas. Extrañé ver películas que no fueran estrenos, volver a ver las que más me habían gustado, poder reencontrarme con Casablanca o los mejores western de mi vida, encontrarme con John Ford y también volver a Los Goonies. En esos años descubrí la sala Leopoldo Lugones.
Luego de estos dos años, el cruce del desierto, compre tele y DVD, enfoqué todo a mi cama y encontré un videoclub en mi barrio. Durante el primer año alquilé tantas películas que un día uno de los dueños me dijo que me consideraba amigo de la casa y dejó de cobrarme. No solo esto me supuso un ahorro necesario en años en que no tenía mucha plata sino que me liberó para sacar películas raras, por las que quizás no hubiera pagado el precio del alquiler. Llegar a casa con la cajita, abrirla, ponerla en el aparato y tirarme a verla se transformó en un ritual sagrado. Como devolución de gentilezas, me prometí devolver todas las películas dentro de las 24hs. Esto me hizo ver siempre las películas el mismo día que las alquilaba. No había negociación posible, así como nunca en mi vida me levanté de una película en el cine, no iba a devolver una película sin verla y no lo iba a hacer fuera del término establecido por el videoclub. Estas reglas le dieron vigor a mi ritual, establecieron condiciones y mantuvieron cierto ritual íntimo con mis películas.
Este videoclub tenía muchos estrenos, algunas películas viejas y comenzó poco a poco a armar unas carpetas con copias piratas de películas estrenadas pero aun no editadas en DVD. Cada año estas carpetas fueron más y más grandes. Cada vez las copias piratas comenzaron a aparecer antes. Seguí yendo al cine, aunque cada vez menos y cada año me compré el anuario de la revista El Amante, número que me servía para recordar las películas que había visto en el año. Marcaba mis elegidas, las que me había faltado ver y pensaba mi propio top ten en comparación con el que elegían los editores y con el que elegían los lectores.
Como dije al principio de esta crónica, este año se me rompió el dvd y nunca lo repuse. Empecé a ver las películas en mi computadora. Esto hizo qué: las viera de más cerca, en general con la computadora sobre el regazo en mi cama, que lo hiciera en una pantalla más chica, que casi deje de alquilar películas y que empezara a verlas en partes, parando la reproducción y en algunos casos comenzando a ver la película un día para terminarle varias horas, o hasta un par de días después. El tamaño de la imagen era el mismo del de la ventana de videos de youtube, y aunque ambas se pueden ampliar, ya no parecía raro ver una gran película en un tamaño reducido. Quizás por este efecto de disminución de las imágenes fue que este año comprendí la frase “el único espectáculo más grande que la vida” mientras leía una nota de El Amante. Era obvio, el cine proyecta imágenes en que todo es más grande que como son en la vida real. Como una paradoja en mi vida, mientras el cine se hacía más chico, desnudaba su verdadera escala.
En los últimos días, cuevana.com, el sitio en que vi todas las películas en los últimos meses comenzó a anunciar que iba a cambiar de sitio. Iba a pasar (y pasó) a ser cuavana.tv. Como si anunciara su huida, como si se declarara un prófugo, como si las películas se estuvieran escapando, no importa el formato ni la forma en que uno las viera. En esos días había comenzado a ver cada capítulo de la serie The Pacific, producida por Steven Spielberg, uno de los directores más importantes de mi vida y temí quedarme sin ver los capítulos que me faltaban. Luego de ver los primeros 6 capítulos de la serie de HBO encontré entre las “últimas películas” de cuevana el film Patton. El frente de la película, visto miles de veces, me hacía pensar que había visto la película aunque sabía no solo que no la había visto sino que no sabía nada sobre ella. Ni quién era el actor, ni quién el director, ni de qué año era. Y decidí verla. Y empecé a hacerlo un jueves a la tarde. Y termine de verla un viernes. De repente me di cuenta que ya no solo no iba a una sala a aislarme del mundo durante un par de horas sino que tampoco lograba reproducir ese tiempo de suspenso en mi casa.
Patton es de 1970 y The Pacific del 2009, ambas tratan sobre personajes y batallas de la segunda guerra mundial, la primera sigue al general norteamericano por África, Inglaterra, Estados Unidos y Europa y cuenta como nunca lo dejan llegar a pelear su última batalla al Pacífico. The Pacific cuenta parte de la guerra en ese océano y algunas de las islas que contiene. La parte japonesa de la segunda gran guerra. Patton, la película, más o menos a los dos tercios de sus casi dos horas para por un intermedio. Cuando apareció este intervalo yo ya había parado varias veces la película. Algunas pocas películas que recuerdo haber visto en el cine se detenían en el medio de su proyección. Muchas ponían una banda de sonido. Creo que la que más recuerdo es Lo que el viento se llevó, no solo por su música sino también porque el intervalo marcaba un punto de inflexión en la historia, con la protagonista jurando venganza y hacer cualquier cosa para recuperar el mundo que veía incendiarse en el estallido de la guerra civil. Y esa película la vi en mi casa, en DVD, en lo que ahora es mesa de luz.
Desde que escribo textos para mi blog de cine anterior trato de contar mis reflexiones sobre las películas. Cuando armé este blog, una continuación del anterior y a la vez uno muy distinto, empecé a pensar no solo en las películas sino también en la forma en que las veo. Pensé en fechar cada película, en contar el momento o el lugar en que había visto la película comentada y también en pensar qué se había transformado a partir de los formatos en que veo y he visto cine en mi vida. En la declaración inicial de este blog escribí que lo que escriba es para “volver al cine”, es decir, a meterme en un cine, en la sala, en las primeras o últimas funciones. Pero también en escribir sobre películas que veo en otros formatos. Mirando el camino recorrido ya aparecen muchas formas distintas, el super 8, el videocasete, el DVD, la televisión, la computadora como reproductor, internet como videoclub, y muchos lugares, algunos a los que había que viajar, otros que existían solo en el verano, el living, las camas, las salas de un centro cultural, los cines de barrio, los multicines, las salas con tecnología 3D, el patio de mi casa. Como un resto del naufragio, en mi casa tengo unas butacas de cine de hierro y madera, como una metáfora, sentado en ellas se ve la gran puerta ventana que da al patio.
El día en que terminé de ver Patton me encontré con un amigo para hacer un asado en casa. Mientras comprábamos algo de carne en el supermercado chino de mi barrio le fui contando algunas de las escenas que más me habían impactado de la película. Creo que esto es una de las cosas que más me gustan, contar partes de películas y contar las cosas que pienso sobre ellas. Siempre es interesante lo que uno recuerda de una película, el recorte que hace, las imágenes, personajes o secuencias que quedan flotando en la memoria. Y siempre es interesante compartir para discutir esos pedazos, que es, también, compartir y discutirse uno en sus ideas.
¿Por qué estas reflexiones las escribo luego de ver Patton? No lo tengo del todo claro, aunque si encontré en esta película dos temas que me movilizaron. Uno, que la vi en partes, cortándola, reiniciándola. Terminé la película buscando información sobre la película en youtube, donde descubrí por un video de tres o cuatro minutos que Coppola trabajó en el guión, especialmente en la apertura del film. El otro tema es la mirada de Patton sobre la guerra. Hay una gran escena en que él resume sus ideas. Está a caballo, la guerra terminó y un grupo de reporteros se acerca a entrevistarlo. Sin bajarse les responde sus preguntas sobre las “wonder arms”. Patton les dice algo como “con las armas nuevas (misiles de largo alcance) no habrá honorabilidad, solo ganadores y perdedores”. Solo ganadores y perdedores. Minutos antes en la película, un militar alemán derrotado mira con admiración una foto de Patton y piensa en voz alta: este hombre no va a poder vivir sin combatir. La película termina con el general relevado de su cargo y la historia cuenta que meses después murió en un accidente de tránsito. Y que en esos meses Estados Unidos tiró las dos primeras bombas nucleares de la historia. Ganadores y perdedores.
Para Patton triunfar era todo, pero la guerra se trataba de la forma en que se triunfaba. Hay una frase de él que dice que el problema de Montgomery, el general ingles con quien rivalizó durante los combates de la segunda guerra mundial, era que este quería acomodar la realidad a sus planes, mientras en cambio él acomodaba sus planes a la realidad. También dice que la honorabilidad, es algo que se construye y sostiene en los actos en el campo de batalla. No tiene que ver con el final, ni con el destino, ni con la victoria. La realidad muestra que el cine ha buscado en los últimos años “espectacularizarse” en 3D, que las salas son, o inmensas, o pequeñas y encerradas en centros comerciales, que a todo lo que no entra en esos complejos se lo busca nombrar como “cine arte”, que la televisión encontró una forma camaleónica de mudarse en series para morderle el cuello al cine, que internet es el gran archivo de películas y que el mercado tecnológico ofrece pequeños cines para instalar en tu casa. Casi nada queda del cine que vi y viví. Como Montgomery, a veces fantaseo con acomodar la realidad a mis deseos y planes, como Patton, acepto que es uno el que debe acomodar sus actos a la realidad. Como el que escribe estas reflexiones y sigue viendo, esperando y pensando el cine, creo que los dos tienen razón.
viernes, 3 de diciembre de 2010
Una reflexión sobre el Hawaii real y el imaginario en una secuencia de Embriagado de amor
“ Sabe, pálido lector, que cada vez que uno se abstiene verdaderamente de morir, resulta de eso un verdadero nacimiento, tanto más precario y doloroso en cuanto se emerge de las tinieblas sin otra madre que uno mismo, sin otra contracción que una voluntad que no siempre se alcanza a comprender muy bien. Durante largo tiempo la mente se acordará de los días en que no lograba mantener contacto ni con el cuerpo ni con el exterior, y la vida entera, sin esa mirada, parece mucho más frágil que el cuerpo que la contiene. Uno se sorprende a sí mismo avanzando al tanteo en un mundo sin embargo lleno de luz, a volver poco a poco de nuevo a las gentes, como si pudieran quebrarse al menor contacto, mientras que en sí mismo se siente que los fragmentos rotos no han vuelto a recuperar enteramente su lugar.”
(Los autonautas de la cosmopista, Julio Cortazar y Carol Dunlop)
Leí este libro hace varios años, fue el primer regalo que me hizo una persona con la que, no casualmente, había recorrido un viaje inverso al del libro. Cortazar y Dunlop lo habían hecho de Paris a Marsella, nosotros lo habíamos hecho en sentido inverso y sin tocar nunca la ruta que une las ciudades. Esta parte del libro siempre se mantuvo en mi memoria y volvió al ver este recorte de Punch Drunk Love. El amor en sus formas más misteriosas, extrañas y vitales es parte del corazón de esta gran película. Un bellísimo traje azul eléctrico, un hombre que ve el error y el azar en el mundo y una forma de sacarle provecho, la familia como un corset de la mente y las ansias de liberación con el amor como motor a cuerda, piezas del rompecabezas que arma el director y en el que logra hacer de Sandler el mejor actor del mundo. En esta secuencia, Egan se despide de su trabajo, deja atrás su familia y abandona su ciudad. En este camino de despedida parece alejarse de la muerte en que lo encerraba su trabajo, su familia, su ciudad, su rutina. “Preferiría no hacerlo” es la frase de Baterbly el escribiente y Egan parece decir lo mismo para huir. Miren y escuchen como se va del trabajo, como le cuenta lo que hay que hacer y lo que espera de cara a su empleado. “Uno se sorprende a sí mismo avanzando al tanteo en un mundo sin embargo lleno de luz”, escribe Cortazar y podemos ver en estas palabras las imágenes del personaje de Adam Sandler saliendo por la manga del aeropuerto hacia un final lleno de luz, luego caminando a contraluz en el pasillo externo del hotel hawaiiano y dándole un beso a su amada bajo el portal, recortado en el fondo luminoso de la costa del mar. “Las gentes parecen poder quebrarse al menor contacto” dice el libro y esa es la sensación que tiene todo en el mundo de Egan, y parece que él estuviera siempre a punto de romper todo, de romperlos a todos, de entrar como un elefante al bazar que es su cabeza. Luego del encuentro, el beso y el abrazo, los enamorados caminan hasta la orilla del mar, la playa y la música tropical. “Really looks like Hawaii here”, dice Egan sentado en una postal perfecta de lo que cualquier persona entiende que es Hawaii. Esta frase fue la que me llevó a escribir, luego vino el recuerdo de Cortazar y Dunlop, el del libro y su origen, el de la abstinencia de la muerte y su relación con los pasillos y la luz en Embriagado de amor. Egan está en Hawaii y se da cuenta que parece Hawaii. Parece una estupidez este equívoco, pero no solo resume el espíritu y el carácter del personaje sino que habla del amor. Durante toda la secuencia “He needs me” es el canto de sirenas que parece filtrar la amada desde el destino al que viaja el enamorado. Cuando Egan viaja hacia el amor, Hawaii es Hawaii, el lugar que él tiene en su cabeza y el imán que lo ayuda a abandonar el mundo en el que estaba encerrado. Cuando llega, Hawaii se parece mucho a Hawaii. Hawaii, como el amor, es una postal, es decir, un lugar que no existe. Es un paisaje interno al que uno llega, siempre dejando atrás lo que te puede matar, cruzando pasillos, atravesando océanos, viajando en avión como si fuera la primera vez, tomándose un taxi que te lleve “donde hay hoteles, playas y un teléfono para hacer una llamada”, amenazando de muerte a los que amenazan matarte y besando bajo un portal a la amada como si fuera la primera vez. Como cuentan Cortazar y Dunlop en su libro, es más importante el camino que el lugar de llegada. Es decir, que el camino que uno recorra se parezca todo lo posible a un viaje a Hawaii.
sábado, 27 de noviembre de 2010
8 reflexiones sobre los superhéroes, la libertad y el destino en Megamente
(las palabras que siguen están llenas de spoilers)
1/ Las películas de animación de Pixar de la última década, de Toy Story para acá, están entre lo más interesante que ha producido el cine norteamericano de gran escala. De alguna manera tomaron todo el cine para abrirlo, pensarlo, discutirlo, desmantelarlo y, también, homenajearlo. Un gato que se come su cola de dragón. Los juguetes y la infancia en Toy Story, los miedos y los monstruos en Monsters Inc., las ciudades y la libertad en Bichos y el fin del mundo y el amor en Wall-E. Con Toy Story 3 parecen haber llegado a meter todo en una película. Como una enciclopedia propia, de sus fantasías, alegrías, miedos y dramas. Hay algo de final en la tercer parte de la historia de Woody y sus amigos. Megamente, producida por la gente de Shreck, va más al tono paródico, aunque logra despegarse del juego que hizo divertida, luego predecible y al final tonta a la serie del ogro y la eleva hacia un nivel superior, fallido en parte, pero contundente en muchos tramos. ¿De qué trata esta película? Para empezar a pensarla se puede resumir así: la lucha del bien y el mal, de cómo el mal le gana al bien, de cómo el mal luego necesita crear al bien para tener con quien volver a luchar, de cómo lo que crea le sale mal y se transforma en un mal peor que él, de cómo el mal entonces pasa a ser el bien y de cómo al final gana el mal, en el momento en que todos aceptan al mal porque es muy parecido al bien, o es “el mal menor”, le gana al nuevo mal, haciéndose pasar en parte por el viejo bien, aunque sin contar con la ayuda de este porque decidió dedicarse a tocar la guitarra encerrado en un sótano. Sí, como todas las de superhéroes es sobre el bien y el mal. Igual a todas las anteriores, diferente a todas las anteriores.
2/ Megamente tiene cinco minutos iniciales geniales, incluye una escena sobre los padres que lanzan a su hijo al espacio para que no caiga con ellos en un pozo negro. Luego de meterlo en la cápsula en que llegará a su nuevo planeta, los padres le dicen sus últimos deseos. El final de sus palabras no se escucha. Esto no solo es clave para la película sino que es parte de uno de los temas más interesantes que plantea: el del destino y la libertad. Al volver a casa vi el tráiler, y empieza mostrando esa misma escena aunque recorta la parte en que el niño dice que no escucha las últimas palabras de sus padres y se queda con lo que sí dicen: que a él le espera un destino grandioso. El tráiler muestra lo que la película tacha, el nudo en que se ata el origen de la discusión sobre si el niño que será Megamente hace lo que quiere, está destinado, se hace por la educación que recibe o es destinado por el deseo de los otros. Esto hace que la discusión interna que plantea la película sobre el destino y la libertad para los protagonistas, muy interesante y que recorre toda la historia, se complejice, haciendo parte del tema a la representación de esa discusión. ¿Qué se tacha cuando se resume? ¿Qué se tacha cuando se presenta?¿Qué se tacha cuando se vende? ¿Qué se tacha cuando se seduce?
3/ Metro Man pasa al anonimato para dedicarse a la música. Es muy malo con la guitarra, pero aunque se lo piden no quiere volver a su lugar de super héroe. No saber qué hacer es difícil, pero se puede empezar por saber qué es lo que no se quiere ser.
4/ Hay películas que son geniales, inolvidables, obras maestras. Y hay otras que con algunas grandes escenas les alcanza para mantenerse en la memoria. En esta hay varias y una que es genial, simple y conmovedora. Megamente tiene el poder, ya destruyó la ciudad y está encerrado en la sala oval del gobierno. Rodeado de todo el oro, las riquezas y la plata. Hasta tiene al lado del escritorio la copa del Mundial de Futbol. Tirado sobre su escritorio mira a un pájaro de madera que oscila, cuando agacha la cabeza hunde su nariz en el agua, se llena de ella y el peso que lleva esto a su cola lo tira para atrás. El movimiento vuelve a empezar y se repite antes los ojos tristes del villano. “El ave siempre bebe y siempre tiene sed”, dice. Bellísima imagen, una reflexión maravillosa del hombre que alcanza lo que siempre quiso sin saber para qué era que lo quería.
5/ Metromind crea un nuevo héroe, le da el ADN de Metro Man, le enseña a luchar, a defenderse, a volar. Lo nombre Titán. Hace de padre imitando a Marlon Brando, parodiando a la Superman de 1978. Titán se roba un poco de plata, se encierra en su cuarto y se pone a jugar a la Play. Los super héroes no existen más en este mundo, son hijos de un falso padre ya muerto, apenas niños hiperexcitados que parecen titanes.
6/ “Lo que importa es lo de adentro”, dice Megamind, transformado en el bibliotecario que seduce y se enamora de Roxanne. Dentro hay un villano que empieza a arriar las banderas de la maldad. Ella le confiesa que nunca pasó nada con Metro Man, contradiciendo la admiración que había mostrado en las escenas en que lo veía hablar y luchar frente a la gente de Metro City. Ella miente, ella dice la verdad. “Las minitas aman los payasos, y la pasta de campeón” cantaba el Indio Solari, las mujeres cuando se enamoran solo dicen cosas maravillosas, las que los hombres quieren escuchar.
7/ El afiche que se ríe de la campaña de Obama, la verdad sobre la reina de Inglaterra, los discursos frente al pueblo y el hombre medio, tres grandes chistes entre decenas de otros que hacen de la película una experiencia divertida. El humor y la política, en un planeta de fantasía, en el corazón del nuestro.
8/ Los Dingos son perros salvajes, famosos en Australia por su ferocidad, quizás de los pocos canes que mantienen un linaje libre, fuera de toda domesticación. Se han producido algunos ataques mortales a humanos. El reportero que sigue con su cámara a Roxanne le dice que “la miraba como un Dingo a un bebé humano”. No podía haber un chiste más terrible que este, por suerte sólo entendible para alguien mayor de edad, especialmente los que han deseado a alguien con la ferocidad, hambre y salvajismo de un perro salvaje. Listos para amar, listos para colgarse del cuello.
6 reflexiones sobre el comienzo de las películas y las historias, el amor y la libertad, la poesía y el otro yo en Youth in Revolt
1 / La imagen de un disco de Frank Sinatra, una habitación llena de posters y fotos pegadas en las paredes y un joven que se levanta con esfuerzo de su cama. Una voz dice “Mi nombre es Nick, y mi apellido, que amo, es Twisp, el cual sería un nombre genial si planeara convertirme en un malvado enfermero en un hospital psiquiátrico. Soy voraz leyendo poesía clásica y aspiro a ser novelista, creo que el mundo sería un lugar mejor para vivir si en la radio sonara My One and Only Love de Sinatra al menos una vez por hora. No hace falta agregar que todavía soy virgen”. En ese momento uno descubre que lo que esa voz narra es lo que está escribiendo en su computadora. Narración y literatura, voz en off y guion, así comienza la película Youth in Revolt y es suficiente para que aunque arranque a verla tarde en la noche y no tenga dato alguno sobre la película intuya que no me voy a dormir hasta el final.
2 / Los comienzos de las películas, como los de las novelas son atractivos o no son nada. El extranjero de Camus y Trópico de Cáncer de Miller son hermosos ejemplos en la literatura, el comienzo de la última Batman con el robo al banco, el “I believe in America” con que empieza El Padrino o el “As far back as I can remember I always wanted to be a gangster” de Buenos Muchachos, la declaración inicial de Trainspotting, los chistes en boca de Allen en la apertura de Annie Hall, la escena musical de la estación en Erase una vez en el oeste, y hasta el descenso a la tierra convertida en basurero de Wall-E, hermosos ejemplos del cine. Esta película dialoga con otra película que tiene un comienzo famoso, pero lo toma para darla vuelta. La película es Sin Aliento (A bout de Souffle, 1960) y mientras aquella comenzaba con el Michel Poiccard de Belmondo matando un policía, Youth in revolt construye su camino hacia el encuentro del Nick de Michael Cera con la policía. La policía en ambas es una excusa, una figurita recortada para darle una forma concreta a la ley. La ley es la piedra angular sobre la que pivotea el escape y la búsqueda del amor, las relaciones familiares y la religión, el sexo, el engaño y la libertad. Nick tiene 16 años, está sólo en el mundo, la única persona a la que ve más triste y fracasada que él es su mejor amigo, su madre vive de su cuota de alimentos junto a cualquier hombre con tal de no estar sola, su padre no trabaja y ninguna mujer le presta la menor atención. Este es el mundo de Nick, y desde este desierto tiene que armar una ruta de salida.
3 / Él ama a Sinatra y se nombre como John Dillinger, ella a Gainsbourg y a Belmondo. Estados Unidos y Francia, héroes musicales y bandidos. Nick nombra a su otro yo como Francois Dillinger, la figura que combina un espíritu bandido con el encanto de Jean Paul, aires a nouvelle vague y escenarios salidos de las aventuras de Dillinger, la forma de fumar de Serge y el swing en la mirada de Frank. Nick se desdobla, se mira en otro deseado y posible, acata y desobedece a su alter ego, pelea, quema, duda, decide y destruye. Se viste y se desviste hasta que encuentra quien quiere ser. Los ídolos sirven para construirse, vestirse y aprender a caminar. Después sólo queda prenderlos fuego.
4 / El otro día leí a alguien que decía que si a uno le preguntan por su banda o canción favorita es muy posible que nombre alguna que escuchaba a los 16, 17 años. Esta película logra transmitir y darle sentido a las identificaciones heroicas de la juventud, y también a la voluptuosidad de las relaciones en esos años: el descubrimiento de una mujer en un barrio nuevo, el placer de una ducha pensando en el deseo cuando éste descubrió su forma, la primera canción que se escucha de a dos, la textura del vinilo y la de la piel al sol, los libros que se llevan a la playa en verano, la elección de la ropa para la primera cita, el valor de una sonrisa y el “hasta la próxima”, los diarios íntimos, la noche de angustia ante los obstáculos al amor, el poder de un poema para conquistar una mujer, el primer “I love you” y la despedida forzada. En los primeros 27 minutos esta película ya dice algo sobre todo esto.
5 / Hay muchas formas de hacer poseía, en esta película una está en la boca del amigo de origen indio que busca encantar a una chica voraz, en el recitado de Sheeni citando a su novio Trent en su lírica futurista, en las lecturas del poesía de Nick y en un grupo de Marinos americanos que meten un auto dentro de una casa en la que entero jamás podría entrar. Un hombre muere, la viuda descubre que ese hombre tenía otra mujer y esa mujer reclama el auto que le metieron en su casa. Fabian Casas escribió en uno de sus poemas de El Salmón sobre un hombre que sale de su casa a sacar la basura y al que se le cierra con las llaves dentro: “Es transitorio, me dije;/ pero así también podría ser la muerte:/ un pasillo oscuro,/ una puerta cerrada con la llave adentro, la basura en la mano”. También hay una escena simple y bellísima en la película de Jim Jarmush El camino del Samurai (Ghost Dog: the way of the samurai, 1999), cuando uno de los protagonistas descubre a un hombre que construye un velero en la terraza de su edificio sin saber cómo va a hacer para bajarlo cuando ya esté terminado. La del auto y la del velero son dos escenas absurdas, una feliz, la otra terrible. Una mujer que se descubre doblemente sola, un auto roto y obsoleto encerrado en su casa como herencia inesperada y prestada, algo muy parecido a la muerte. Eso es poesía. Y esa escena poética desnuda en Nick exactamente el lugar del que tiene que escapar.
6 / “Que mal te estás portando” le dice Sheeni a Nick, sentado en el borde de su cama mientras busca acostarse con ella. El que mira a la rubia es Francois, el otro yo de Nick, quien le dice cara a cara que tiene que volverse malo. ¿Qué es volverse malo para Nick? Es escuchar su deseo antes que el de los demás, irse de su casa contra su madre que le exige se quede para recibir la pensión, enfrentar al policía que se encama con su madre, es dejar en el camino a su padre llevando su auto, es besar a Sheeni aunque ella diga que tiene novio, es buscar que la echen de su colegio para tenerla cerca, es prender fuego un auto y tirar otro por un acantilado para poder escapar del pasado.
martes, 23 de noviembre de 2010
5 reflexiones sobre 500 días con ella
1/ La película termina en otoño y empieza en verano. El verano es una puta que no se enamora nunca de uno, que siempre brilla con otro y el otoño es la estación que espera a la salida del verano, tibia y gentil, sonriente.
2/ Un amigo, Franco Antolini, me hizo una reflexión interesante: la película sigue casi exactamente los pasos de Annie Hall. Empieza por el final, él renuncia a un trabajo que no le gusta, hay un flashbacks a la infancia del protagonista, hay una escena en que la cámara se desdobla (acá es entre lo vivido y lo esperado, en Annie Hall jugaba con lo dicho y lo pensado), van a un cine a ver películas viejas y luego de separarse se vuelven a encontrar casualmente en el lugar que él le había mostrado a ella. Yo agregaría que hay una escena en que ella canta con cierta gracia torpe. Sí, todo esto estaba en la película que escribió y dirigió Woody Allen en 1977.
3/ Ella dice desde el principio que no cree en el amor. Él que siempre creyó en la existencia de “the one” (la única). Ella encuentra en él a un amigo y lo envuelve con algunos ingredientes de una relación de pareja. Él se abraza a esos ingredientes. Ella desnuda el exacto lugar en que él está perdido en un trabajo seguro y útil. Él le hace a ella un hermoso vestido con los materiales de su deseo. La relación es siempre un equivoco, una ilusión, una fantasía. El deseo de uno y otro, separados, diferentes, únicos, son los que amarran la ilusión.
4. Él siempre ve lo que quiere ver, crea su realidad, como cuando fantasea una coreografía después de su primera noche, cuando la ciudad se pone gris y de piedra o cuando dibuja cómo deberían ser los edificios. La película cuenta la construcción de su ilusión, la primera mitad, y la ruptura y deconstrucción de este espejo. Cuando tiene una salida post-ruptura, él se encarga de hablarle de su relación anterior hasta que la rubia le dice algo así como “pero ella te dijo desde el principio que no quería una relación”. Golpe al mentón, gran pizarrón que se borra, fotos y postales que caen, fin del trabajo, búsqueda de recuperar la vocación y posible nuevo comienzo. Ascenso y descenso solitario en la montaña rusa de la ilusión.
5/ Que un personaje que le cuenta sus problemas a su hermana menor (y menor en serio, debe tener 12 años), tiene dos amigos que no saben ni darle un consejo y se deje basurear primero en un bar primero y luego en su casa por su chica, pretenda sostener el valor de decir que ella es una “bitch” desde el inicio de la película hace agua por todos lados. Tom está perdido desde el principio, no es solo que ella que se aleja de él. Ella no solo creía en el amor (genial el detalle del anillo de compromiso, cliché del amor más formal), sino que secretamente esperaba encontrarlo. Ella dice simplemente haber encontrado a ‘the one’, para el fue primero el deseo y después la construcción fallida de su objeto. La película parece decir que el amor no es ser parte de la ilusión del otro, sino de construir una ilusión de a dos.
lunes, 22 de noviembre de 2010
8 brevísimas máximas sobre Up
Mata a tus ídolos antes de que ellos vuelvan a matarte.
Un perro tonto puede ser inútil, pero el perro más obediente siempre es el más peligroso.
Siempre hay que revisar todas las páginas de la historia personal.
La mejor forma de salir de un laberinto, siempre es hacia arriba.
Aunque compartas tu vida, cada uno escribe su propia historia.
No hay aventuras más grandes que las que sueña un niño.
Nada más diferente que un hombre que mantiene sus sueños y otro que sostiene sus obsesiones.
Terminá las historias, emprendé un viaje, volvé a empezar. Nunca es tarde.
6 reflexiones sobre los padres, Estados Unidos, los automóviles y los asesinos de JFK a partir de un mundo perfecto
1/ Kevin Costner interpreta a un preso que huye de su encierro y en el camino toma como rehén a un niño. El chico no tiene a su padre y Butch (Costner) perdió al suyo de niño. Huérfanos por distintas razones, en la ruta, solos y escapando van conociéndose, aprendiendo uno del otro, construyendo una relación ahí donde había un vacio. Es tan poderosa y auténtica la mirada del niño en busca de un padre que le hable, como la de Butch al pensar cada palabra con que le explica el mundo al chico.
2/ Una de las grandes escenas de la película, es en la que Butch le explica al preso que lo acompañó en la huida la diferencia entre “threaten y fact”. El niño sosteniendo el volante, escuchando y aprendiendo, la ruta despejada abriendo un camino, la verdad en una forma simple y directa, el poder de un golpe. Una biblioteca entera de discusiones sobre la ley, el coraje y el mundo de los hombres resumidas en menos de 2 minutos.
3/ A Red Garnett (Clint Eastwood), el sheriff que persigue a Butch le entregan un tráiler con la última tecnología en comunicación, le suman a su trabajo a una representante del gobernador y a un silencioso y amenazante miembro del FBI. En un momento cuentan que ese tráiler tiene que estar listo para el día de la visita de JFK al Estado. En toda la película se cuenta también un cambio de mando en el poder interno de Estados Unidos, de los sheriff de la vieja escuela al poder subterráneo del FBI, de la intuición con que se guía Garnett a la tecnología montada en el tráiler, de los revólveres y las navajas a los rifles automáticos. La tristeza inmensa de la mirada de Garnett al terminar la película esconde el llanto por lo que se perdió y nunca volverá a ser igual.
4/ En otra de las mejores escenas, Butch le cuenta dónde está el futuro y el pasado: uno está al frente de su auto, el otro es lo que se deja atrás. “Si querés llegar más rápido al futuro apretás el acelerador”, y “también podes parar, ese es el presente, y hay que disfrutarlo”. Un hombre que sabe explicar el mundo de esa forma es un buen padre.
5/ El duelo entre Garnett y el representante del FBI termina con el final de la película. Un tiro marca, no solo el cambio de manos en el poder, sino también en su lógica interna. La muerte a larga distancia, la irrupción silenciosa de la tecnología avanzando sobre la intimidad de las personas, la muerte de los ladrones y el ascenso de los criminales. Un poder siempre camaleónico, más efectivo y brutal, plegado a los intereses políticos y económicos y alejado de cualquier dilema ético. El FBI dispara como poco tiempo después disparará sobre el presidente del país en el que nacieron ambos.
6/ Butch elige siempre un Ford. Símbolo del progreso norteamericano, de los ideales industriales y productivos de un país, los autos de esos años son hermosos pero brilla aún más la mirada de los hombres sobre esas máquinas. No eran solo automóviles, máquinas o tecnología, era un ideal de progreso, velocidad, libertad. Rutas vacías, una tierra por redescubrir y las máquinas que daban forma al deseo. Algo de esto también se puede ver en Cars, de Pixar, y Tucker, de Coppola.
7 reflexiones sobre Todos están bien, el viejo Robert y la mentira en la familia y en el afiche público con que anuncian la película
1/ Los primeros minutos de la película alcanzan para sacarte de cualquier expectativa de comedia fácil, con Frank (De Niro), un hombre en la soledad más absoluta recibiendo los llamados con excusas de sus hijos que cancelan la visita que le habían prometido. Va al médico, al mercado, arregla el jardín, todo con un gesto entre cansado y triste. Todos le preguntan cómo se siente (haciendo referencia a que está viudo) a lo que él responde “bien” sin demasiada seguridad, pero también sin que haya por qué no creerle. Como si en el fondo ni él supiera cómo está, o no le importara, o fuera tan inédito y raro su estado que ni él pudiera comprenderlo. Primer acierto de la película, que no fija un estado desde el cual partir, que abre preguntas más que dar respuestas.
2/ La escena del tren, con el diálogo entre Frank, su vecina de asiento y las intervenciones de una vieja que viaja al lado es de una ternura y una tristeza enorme. Un hombre viendo su trabajo, todo lo que hizo en su vida como algo imperceptible para los demás. Algo que le da “ritmo al paisaje”, que sirve para proteger, que está relacionado con la comunicación, todas imágenes que se relacionan con él y la historia que cuenta la película.
3/ Frank ve niños donde hay adultos que se comportan como niños. Esta es el círculo paradojal que cuenta la historia. Frank se engaña y se deja engañar, los hijos engañan y se engañan. La mentira es el gran tema de la película, la que se acepta, la que se teje en las relaciones, la que la madre sostuvo hasta su muerte, la que Frank calla pese a ir descubriéndola en su camino. ¿La familia siempre está sostenida sobre mentiras?
4/ El diálogo con el hijo que hace percusión en una orquesta es tan simple y descarnado como tierno y triste. Se desnuda la expectativa del padre y la mentira cómplice entre el niño y la madre, el entramado en que estan enredados todos en la familia.
5/ Reparar, esa parece ser la tarea que decide Frank luego de su viaje. Buscar las imágenes de su hijo (una escena tristísima, conmovedora), pasar una navidad juntos, sacar a flote las verdades. Un padre que se hace padre, un padre que ve que su trabajo es mucho más dificil que recubrir kilómetros de cable.
6/ Después de los dorados 70 y los intensos 80, décadas en las que construyó algunos de sus personajes inolvidables (en El francotirador, El padrino, Toro Salvaje, Novecento, Taxi Driver o Érase una vez en América), Robert de Niro tuvo altos y bajos, hasta casi andar haciendo cualquier cosa en la última década. En esta película logra volver a construir un personaje íntegro, digno, conmovedor que sin estar a la altura de sus grandes trabajos lo vuelve a mostrar en forma.
7/ No es una gran película ni mucho menos, la historia del hijo perdido parece un agregado innecesario para dar cohesión al drama (esas llamadas telefónicas que cuelan en el relato…) y algunos actores secundarios no están a la altura, pero igual es una película digna, que abre preguntas, en el que ni un final a pura sonrisa (y la justificación del título que deja un sabor agridulce) borra lo que hace pensar sobre la mentira, la familia y las relaciones humanas.
10 reflexiones bajo una Lluvia de hamburguesas
1/ Flint, de niño, inventa los zapatos que eliminan los cordones (¿recuerdan la importancia que tiene el momento en que uno aprende a atarse los cordones?). Todos se ríen porque no puede sacárselos, nadie logra ver que inventó algo maravilloso. Lo que Flint no ve es que logró perderse la posibilidad de aprender algo muy importante.
2/ “Uno no puede escaparse de sus propios pies”. Dice Flint luego de crearse con aerosol sus zapatos eternos. Los pies que uno se construye de chico pueden acompañarnos toda la vida. Uno nunca puede borrar lo que hizo en la infancia.
3/ Ese alcalde petiso y ególatra, muestra no tanto como una persona en un lugar de poder impone políticas a su pueblo, sino como anda siempre buscando como crear aquello que el pueblo le puede festejar para construir su ascenso a la fama. Es el pueblo el que sostiene la voracidad, la berretada, el ansia y la glotonería de su alcalde. Luego el alcalde, en la cima del éxito, les devuelve la imagen perfecta de lo que ellos han creado.
4/ “Nunca des un bocado más grande que el que puedas tragar”, dicen en la película, mientras los panchos, hamburguesas, pollos y tortas que caen del cielo aumentan lluvia a lluvia de tamaño. Un waffle alcanza para tapar varias casas.
5/ En la dificultad de sostenerle la mirada al padre se ve el conflicto que está en el corazón de la historia de Flint. También en ese padre que le oculta la mirada.
6/ Un padre que le pide ayuda a su hijo en el negocio, un padre que se queda moliendo sardinas mientras su mundo desaparece, un padre que quiere que su hijo siga su camino poniendo su nombre bajo el suyo. También el padre que rescata y devuelve el delantal de científico a su hijo, y el que desciende a un mundo desconocido para ayudarlo. Esta película dice mucho sobre la relación entre un padre y su hijo. Esta película, como las buenas películas animadas, no es solo para chicos.
7/ Dos niños en la película, uno que vive de la fama ganada accidentalmente cuando era bebe (accidentalmente es literal), el otro, un nerd que busca crear un invento que le de reconocimiento entre su pueblo luego de ser humillado en la infancia. Los dos terminan peleando codo a codo, los dos tienen que dejar de ser niños.
8/ “Por qué después de decir algo inteligente te reís o te callás o cambias de tema”. Algo así le dice Flint. Hermosa y sagaz observación que desnuda el lugar en que ambos comparten una historia. Se atraen por lo que eran, pero se enamoran por lo que son.
9/ Una gran pecera redonda, de esas que uno vio en miles de películas, series y dibujitos, alberga a la sardina más grande del mundo. La sardina más grande del mundo es aún muy pequeña. Se cae, y la escena muestra a esa ola encerrada en un cuerpo de vidrio rodando por las calles del pueblo. Hermosa imagen poética, una ola encerrada que tapa la gente sin mojarla. No hace falta el 3D para disfrutar cuando una imagen es bella.
10/ Podría verse esta película como una nueva Super size me, como una crítica a la sociedad norteamericana en el imperio de la comida chatarra, de la obesidad y de la glotonería berreta. Pero no es tanto por lo que coman, sino por lo que dice el policía para defender a Flint: que todos fueron a pedirle que les envíe comida, todos fueron a buscar cumplir con sus deseos. Todos querían que del cielo caiga su plato preferido. A todos les pareció maravilloso que las cosas caigan del cielo, no solo a todos en el pueblo, sino que llegó gente de las principales ciudades del mundo. Lo tentador no es la comida, lo tentador es que del cielo vengan las respuestas a los deseos.
6 Martinis en Julie & Julia
1/ Julie vuelve de su trabajo, la pesadilla de trabajar en la organización que prepara el memorial para los edificios volteados en el 11/9. Llega a la casa y prepara una torta de chocolate. Dice algo así: “Lo bueno de cocinar es que sé que mezclo huevos, chocolate y manteca y se que la mezcla logra la consistencia que quiero”, mientras Eric, su marido, se toma nada más y nada menos que un Dry Martini. Al final de la jornada, cocinar algo rico, beber un clásico y compartir una charla pueden salvar el día. Cocinar no cansa, no es tedioso, recrea, da energía nueva.
2/ Tirados enfrente al televisor, Julie y Eric miran una sátira del programa de cocina televisivo en que Dan Aykroyd hace de Julia Child y termina ensagrentado sobre un pollo. La pareja tirada en un sillón mullido, riendo entre mimos y tomando un Dry Martini. Se quedan dormidos en el sillón y no sienten la alarma que marca que el Boeuf Bourguignon ya está listo. Un Dry Martini a la noche relaja. A veces demasiado.
3/ Julie se pelea con Eric. Cualquier hombre que vea la película coincidirá que ella no tenía ninguna razón en la pelea. Quizás las mujeres justifiquen a Julie. Ella se va a un bar, con una amiga, a contarle sobre la pelea. La amiga le confirma lo que ella sabe pero no puede ver: ella es insoportable. Beben unos Martinis. Los Martinis te ayudan a decir la verdad.
4/ Julia se arregla el sombrero en un cuarto, antes de entrar a una fiesta. Charlando, conoce a las dos mujeres que le proponen trabajar en conjunto dando clases de cocina. Ellas están también preparando un libro de cocina, en el que Julia terminará trabajando y que con el tiempo será el germen de Mastering the art of Franch cooking. Beben Martinis mientras se conocen y charlan. Cuando entran a la fiesta, los cócteles son parte de la elegancia de la velada, pleno glamour de la década del 50. Un Martini es no solo un lubricante elegante para una conversación, sino que es quizás el mejor aperitivo para una fiesta. Te viste por dentro.
5/ Tirados en la cama de su casa, Julie y Eric beben Martinis. Suena el teléfono. Le dicen a Julie que Julia sabe de su blog y odia a la autora. Julia odia a Julie. Beber Martinis en la cama no es recomendable. Tampoco es elegante. Donde se pierde la elegancia las cosas pueden empezar a salir mal.
6/ A Julia y sus amigas y socias les rechazan la publicación del libro. Vuelven a su casa y se sientan a soltar la bronca y buscar consuelo. Hermosa escena en que se ve en primer plano la perfecta preparación de un Dry Martini bien seco. Muy lindo vaso de composición con un detalle inusual: tiene una manija que permite llevarlo hacia cada bebedora sin tener que tomarlo con toda la mano, lo que haría que pierda frío. Beben y al terminarse la copa se vuelven a servir. Como si fuera agua, o vino. La fuerza cristalina de un Dry Martini bien seco fogonea la charla entre amigos y la charla entre amigos permite curar las heridas y encontrar una luz en el horizonte futuro.
8 reflexiones sobre el incendio del Bristol
1/ Quemar un cine con nazis dentro, terminar con todos mientras miran su propia película, lamerles el cuerpo con las llamas, masticarlos hasta transformarlos en cenizas: una de las mejores ideas de Bastardos sin gloria. El cine puede quemar, incendiar, conmover, fascinar, matar. Dentro de un cine (¿con una sala de cine?) se puede cambiar la historia. O al menos se puede mostrar como querría uno que hayan sido las cosas.
2/ El otro día leía unas reflexiones sobre el cine y la muerte. El texto decía que el cine logra congelar un momento de una persona y volverla a la vida cada vez que uno ve la película. Y, a la vez, mostrar el paso del tiempo, que ese exacto momento jamás podrá volver, que eso es el puro pasado. Como cuando se analiza la huella de un animal prehistórico, se deduce qué comía, cómo se relacionaba, su vida, la forma exacta de todo aquello que no existe más. La experiencia del cine nos dice algo sobre la muerte.
3/ La distancia entre butacas, el movimiento individual de cada una, el diseño anatómico para arrellanarse acolchonado, el sonido envolvente, la pantalla ancha que se abre hasta completar el horizonte y finalmente el 3D que invade y acuna, el cine ha evolucionado hacia una experiencia individual pura. Hacia la conquista de la experiencia de cada persona. En el Bristol el sonido era deficiente, una silla movía a las vecinas de la misma fila, podía hacer frío o calor, se podía correr por los pasillos, se podía encontrar un escondite. Ir al cine era una experiencia compartida, en las debilidades técnicas se acrecentaba la presencia de los que se sentaban la misma función a ver una película.
4/ 1800 metros cuadrados y 2300 butacas, el Bristol era un cine, el Bristol era un teatro. Teatro y cine eran espectáculos enfrentados en las funciones y unidos por una lógica íntima común. Escenario antes que pantalla. Agora. Obra de los años en que el cine era la ampliación popular y masiva de las limitaciones de una función de teatro. Un verdadero espectáculo más grande que la vida.
5/ Fui a ver Titanic al Bristol. Estaba casi lleno y hacía frío esa noche. Cuando el barco se hundía y todos caían al mar, en ese momento exacto, hizo más frío. No mucho más, pero se sintió un frío más intenso. Al clima interno del Bristol lo regulaba menos el aire acondicionado que las variantes entre la temperatura exterior, la cantidad de gente presente en la sala y lo que pasaba en la película.
6/ El Bristol siempre daba las películas más taquilleras, siempre más Hollywood y menos Europa. Muchas veces fui al Astro, cruzando la Avenida Santa Fé, buscando otras películas. La pantalla (luego fueron dos) eran mucho más pequeñas que la del cine de enfrente. No solo me sentía que veía un cine destinado a menos personas, algo deseado en esos años jóvenes, algo que me hacía sentir especial, sino que las dimensiones de la sala y la pantalla confirmaban la sensación. La elección que uno hacía determinaba las dimensiones del espacio a las que uno accedía. Hoy todas las salas son chicas.
7/ Este año se estrenó Enemigos públicos, que además de hablar del nacimiento del FBI, el amor y la elección de una forma de vivir y morir tenía al cine como protagonista. Dillinger iba al cine, a ver a los héroes y a los malvados de la pantalla, un lugar en el que además lograba disfrutar del anonimato. Hay una escena en que desde la pantalla se pide a todos los espectadores que miraran para ambos lados para ver si entre ellos estaba Dillinger. Todos obedecen, todos miran, nadie descubre que allí estaba él. Las dimensiones del cine permitían compartir con más de dos mil personas una experiencia y a la vez pasar desapercibido. Esto también se lo llevó las llamas.
8/ Siempre es preferible incendiarse, arder, derrumbarse que transformarse en iglesia.
(estas reflexiones fueron publicadas en el blog Primera función del sitio glamout.com)
8 reflexiones sobre el fin del mundo, los zombies y Estados Unidos en The Road y Zombieland
1/ Estados Unidos es el mundo. Tanto en The road como en Zombieland, se parte de la destrucción de Estados Unidos como si eso fuera el mundo entero. O al menos el mundo que importa, lo que es lo mismo.
2/ Harrelson y Mortensen son dos grandes actores, es tan difícil encarnar al padre desesperado y estoico que lleva a su hijo por un territorio devastado tratando de forjarle una educación ética, como al Harrelson que desparrama sus reglas para la supervivencia mientras monta distintos modelos de 4X4.
3/ Reglas. Eso es lo que forja a un hombre. Eso es lo que permite sobrevivir. Eso es lo que fue importante para que nazca la cultura en algún momento de la historia, eso es lo que hará falta cuando todo vuelva a cero. Reglas, y también amor, coraje y amigos.
4/ Se puede encontrar un pozo lleno de comidas y bebidas en un mundo devastado donde solo hay carne humana para comer. Aún así no es suficiente para que ese sea el final del camino. En un mundo final, la comida en ese sótano en The road es una alegría en el camino, como también lo es ver Los cazafantasmas en un cine en Zombieland. Disfrutar las pequeñas cosas, es una de las reglas de Tallahassee (Woody Harrelson). Esa es una gran verdad que hunde su potencia en cualquier discusión filosófica sobre la vida.
5/ Divertirse es un gran motor para disfrutar. Y divertirse siempre hace pie en los juegos de la infancia. Sea destruyendo un local de souvenir en Arkansas, atravesando todo Estados Unidos para llegar a un parque de diversiones o jugando a Los cazafantasmas con Bill Murray.
6/ Twinkies es lo único quiere Tallahassee. Sabe que esos budines se van a vencer un día y ese será para él el real fin del mundo. No que la vida tal como se la conocía haya desaparecido, no que la gente se coma a la gente, no que haya que andar arriba de una Hummer llena de armas matando zombies. Cada uno tiene su propio fin del mundo.
7/ En The Road beben Coca Cola y Jack Daniels, en Zombieland un vino francés y whisky americano. En ambas la comida y la bebida son un vehículo de placer, cosas para compartir, conocerse, relacionarse, encontrarse. En The road entre un padre y un hijo, en Zombieland entre dos hombres que recién se conocen y entre un hermosa morocha que le hace la mejor invitación que un hombre puede escuchar.
8/ En The road, en una de las escenas más terribles y aterradoras, padre e hijo descubren la granja en que una familia esconde a los hombres con que se alimenta en el sótano. En Zombieland el jóven Columbus señala el momento exacto en que decide dejar de buscar su familia de sangre para quedarse con la que descubre en el camino. La familia puede ser un salvavidas en medio del océano, y también el horror absoluto. Hay familias de las que hay que huir, otras que hay que dejar de buscar y otras que se construyen más allá de la sangre.
(estas reflexiones fueron publicadas en el blog de glamout.com Primera función)
domingo, 21 de noviembre de 2010
Primeras reflexiones sobre este blog
Este blog es la excusa para volver a ir al cine. Para pagar una entrada, para reencontrarme con el encanto de una primera función y volver experimentar lo que es atravesar una tarde de sábado en el Cosmos.
En menos de dos meses se me rompió el DVD, la tele quedó obsoleta y me refregaron en la cara el tamaño y la precisión de todos los plasmas y LCD del mundo. Me quedé encorsetado en la pantalla de mi laptop mirando películas en un tamaño de pantalla que inventó youtube. Este blog es con eso, y también está en contra.
El cine ha sido una nave de luces en la que he cargado sueños, fantasías e ilusiones. Siendo que esa nave se está hundiendo, lo que escriba pretende ser un salvavidas. O la orquesta que no para de tocar. O las reflexiones y crónicas sobre lo que quizás ya sean ruinas.
Una de las cuestiones fundamentalmente en la historia del cine es la discusión sobre la partida de Ilsa de Casablanca. ¿Ella se debería haber quedado? ¿El debería haber evitado su partida? ¿Se deberían haber ido juntos? ¿Si ella no se hubiera ido, Rick sería tan feliz? Estas son las cosas importantes para pensar.
“¿Quién va todavía al cine?”, me dijo el otro día un amigo, mientras me pedía que le diga cuales eran para mí las mejores películas del año. Esa es la paradoja, el cine es todavía un anhelo, mientras los mismos que lo reclaman lo despiden.
La realidad siempre supera la ficción. Esa es una de las razones por las que hay que pensar la ficción. Porque es como estar siempre surfeando esa ola que en cualquier momento pasa por arriba del castillo de arena de la realidad, lo destruye y lo devuelve a su materia original. Ayuda a entender el movimiento, la vida, el futuro, la arena y el tiempo.
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